escrituras, litúrgia o amor fraterno?

Hace siglos que en Europa se debatían las dos religiones más extendidas en su territorio, protestantes y católicos, sobre la importancia de alcanzar la salvación por las escrituras o por la liturgia, la predicación y el catecismo. El resto no eran naciones civilizadas. Lo fueron con la aparición del humanismo salvando la ruptura fanática del mundo religioso a la que se glorificó con sangrantes guerras y miles de muertos, como hoy está ocurriendo en Egipto, Siria, Irak, Somalia o Afghanistán. Hoy la incivilización sigue siendo la violencia salvaje en nombre de quien sea, un Dios, el orden o el poder que se confunden con la idea de nación. Sabemos que la historia no es reversible. Pero si hemos de conocer la cultura que cimenta la nuestra actual,el laicismo,la honestidad como regla de conducta pública, la diversidad y el pluralismo que han permitido edificar la Europa Unida corrigiendo los excesos de los totalitarismos fascista, nazi y comunista. Europa, sin duda es el conjunto de los pueblos que dentro de ella han abrazado la democracia parlamentaria como forma de gobierno y la democracia completada por los derechos humanos como símbolo de fraternidad universal y forma de vida. Es pues la solidaridad, la democracia social, la fraternidad como ley decisiva la que guía las democracias frente a los excesos del presidencialismo autoritario. La ley como expresión genuina del Estado de Derecho debe seguir siendo la expresión de la voluntad general, no de la minoría política que se alza con el poder tras una contienda electoral. Sin solidaridad social en nuestros días no puede hablarse de democracia, las simples formas, las liturgias, no resuelven los problemas de lo cotidiano, como tampoco los resuelven las obras faraónicas y el dispendio incontrolado de obras públicas innecesarias, entre otras muchas acciones públicas deleznables más propias de una herencia dictatorial y una sociedad arribista que de un futuro democrático.