soberania popular y soberania del Estado
by
Pau Miserachs
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dissabte, 18 de maig del 2013 /
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influencia Tratados internacionales,
reforma
La oposición toda está llegando al desespero con las noticias que ya no solo la reforma de la ley del aborto sino tamnbién la ibligacipon de la enseñan le llegan cada dia de lo que decide hacer el gobierno español. Ahora nos enteramos que el gobierno piensa sacar adelante ya no solo la reforma de la ley del aborto, reduciendo los suouestos autorizados, sino también implantar en la enseñanza la obligación de la educación religiosa, como quiere y exige la Conferencia espiscopal católica, sin tener en cuenta que el catolicismo es una pràctica religiosa más entre evangelistas, testigos de Jehová, musulmanes, además de los no creyentes que pueden oponerse a este tipo de enseñanza para sus hijos menores en las escuelas. Habrá que ver el Tratado de las Naciones Unidas de 1989 sobre los Derechos de la infancia para ver hasta que punto el laicismo debe oponerse a las nuevas pretensiones legislativas, y si va a ser necesario movilizar la opinión pública para defender las conquistas sociales que refleja la ley hoy en dia, para evitar su reforma a peor, para evitar que las mujeres tengan que ir a abortar al extranjero o a escondidas en manos de curanderas. La Constitución de 1978 és un documento normativo, relativamente corto, abierto a la influencia de los Tratados internacionales ratificados por España y al acervo jurídico europeo. Hay que evitar la sumisión del ciudadano a retrocesos legislativos, a la pretensión de revocar legalmente, en base a la mayoria absoluta de que disponen parlamentariamente los conservadores en España, los avances del bienestar social entendido como libertad para todos, medios de vida para todos, sanidad y educación sin discriminaciòn alguna, acceso de todos a la documentación oficial, acceso libre a la información y comunicación electrónica. El Estado tiene que adoptar y ajustarse a su papel de servidor de la soberania popular, no ponerse a disposición de los grupos de presión religiosa y económicos. Un régimen puede ser constitucionalmente legítimo, pero socialmente de espíritu totalitario, de pensamiento único, de poder omnipotente, poniendo el Estado frente al ciudadano, haciendo irrenunciable la soberania del Estado, confundiendo Constitución y Estado.
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